Durante décadas, las madres y abuelas han advertido sobre los peligros de salir con el cabello mojado en invierno o de exponerse a corrientes de aire frío. «Te vas a resfriar», es una frase que ha resonado en hogares de todo el mundo. Sin embargo, la ciencia moderna nos ofrece una perspectiva diferente sobre esta creencia tan arraigada en nuestra cultura popular.
El verdadero culpable: los virus
Los resfríos comunes son causados exclusivamente por virus, principalmente los rinovirus, que representan aproximadamente el 30-50% de todos los casos. Otros virus responsables incluyen los coronavirus (no relacionados con COVID-19), virus parainfluenza, virus respiratorio sincitial y adenovirus. Estos microorganismos son los únicos agentes capaces de desencadenar los síntomas característicos del resfriado: congestión nasal, estornudos, dolor de garganta y malestar general.
La temperatura ambiente, por sí sola, no puede generar una infección viral. Es imposible contraer un resfriado simplemente por exponerse al frío si no hay virus presentes en el ambiente. Esta distinción es fundamental para comprender por qué la creencia popular no tiene base científica sólida.
¿Por qué asociamos el frío con los resfríos?
La conexión entre temperatura y resfríos surge de observaciones válidas pero mal interpretadas. Durante los meses más fríos del año, efectivamente hay un aumento en la incidencia de resfríos, pero esto se debe a factores indirectos relacionados con el comportamiento humano y las condiciones ambientales.
En invierno, las personas tienden a pasar más tiempo en espacios cerrados y mal ventilados, donde la concentración de virus es mayor. Las aglomeraciones en lugares como oficinas, escuelas, transporte público y centros comerciales facilitan la transmisión viral de persona a persona. Además, la calefacción artificial reduce la humedad del aire, lo que puede resecar las mucosas nasales y hacerlas más susceptibles a las infecciones.
El papel del sistema inmunológico
Aunque el frío no causa directamente los resfríos, sí puede influir en la capacidad del sistema inmunológico para combatir las infecciones. Algunos estudios sugieren que la exposición prolongada a temperaturas muy bajas puede debilitar temporalmente las defensas del organismo, haciendo que las personas sean más vulnerables a los virus que ya están circulando.
El estrés térmico que experimenta el cuerpo al adaptarse a cambios bruscos de temperatura puede desviar recursos energéticos que normalmente se destinan a la función inmunológica. Sin embargo, este efecto es sutil y no significa que el frío por sí mismo genere la enfermedad.
La importancia de la humedad
La humedad relativa del aire juega un papel crucial en la supervivencia de los virus respiratorios. En ambientes con baja humedad, característicos del invierno y de espacios con calefacción, los virus pueden permanecer suspendidos en el aire durante períodos más largos y mantener su capacidad infectiva.
Además, el aire seco irrita las vías respiratorias superiores, reduciendo la efectividad de los mecanismos de defensa naturales como los cilios nasales, que normalmente ayudan a expulsar los patógenos antes de que puedan establecer una infección.
Prevención basada en evidencia
Para prevenir resfríos de manera efectiva, es más útil enfocarse en medidas que reduzcan la exposición a virus y fortalezcan el sistema inmunológico. El lavado frecuente de manos con agua y jabón sigue siendo la estrategia más eficaz para prevenir infecciones respiratorias. Evitar tocarse la cara, especialmente los ojos, nariz y boca, también reduce significativamente el riesgo de contagio.
Mantener una buena ventilación en espacios cerrados ayuda a dispersar los virus en el aire, mientras que una alimentación equilibrada, ejercicio regular y descanso adecuado fortalecen las defensas naturales del organismo.
Los cambios de temperatura no producen resfríos directamente. Esta creencia popular, aunque comprensible por las correlaciones observadas, no refleja la realidad científica. Los virus son los únicos responsables de estas infecciones, y la prevención efectiva debe dirigirse hacia la reducción de la exposición viral y el fortalecimiento del sistema inmunológico.
Entender esta distinción no solo nos ayuda a adoptar medidas preventivas más efectivas, sino que también nos libera de preocupaciones innecesarias sobre la exposición al frío. Mientras mantengamos buenas prácticas de higiene y cuidemos nuestra salud general, podemos disfrutar de todas las estaciones del año sin temor a que la temperatura nos enferme.