Cómo reducir el tiempo frente a las pantallas en niños sin causar frustración ni llanto

En la actualidad, celulares, tablets y televisores se han convertido en parte esencial del día a día de millones de niños en todo el mundo. Estos dispositivos ofrecen entretenimiento, estimulación rápida y acceso a información, pero también presentan desafíos importantes cuando se trata de limitar su uso. Muchos padres se enfrentan a episodios de llanto, rabietas o conductas desafiantes al intentar reducir el tiempo frente a las pantallas. Esta reacción es más común de lo que parece y, según expertos, tiene una base emocional y sensorial.

El académico Sebastián León, de la Escuela de Terapia Ocupacional de la Universidad de Talca, explicó recientemente que esta resistencia se debe a la intensa estimulación sensorial que las pantallas generan en los niños. “Cuando los niños se exponen a las pantallas, reciben una satisfacción inmediata y muy intensa. Sacarlos de ese estado de motivación genera una respuesta de irritabilidad”, comentó León en un comunicado.

Este fenómeno se agrava a medida que los niños crecen, y por ello, el problema no radica únicamente en el uso de las pantallas, sino en el tiempo excesivo de exposición. Controlar y regular ese tiempo es clave para evitar efectos negativos en su desarrollo emocional, social y cognitivo.

Estrategias para reducir el uso de pantallas sin desregulación emocional

El experto propone varias estrategias para reducir el uso de estos dispositivos sin provocar crisis emocionales:

  1. Establecer rutinas claras: Una de las claves para evitar una reacción adversa es anticipar el cambio. Es decir, que el niño sepa con anterioridad cuánto tiempo podrá usar la pantalla. Esta preparación mental ayuda a disminuir el impacto emocional del cambio.
  2. Usar señales visuales: Los estímulos visuales, como relojes o pictogramas, ayudan a los niños a comprender cuánto tiempo les queda y qué pasará después. Esto les permite prepararse para el fin de la actividad frente a la pantalla y facilita la transición a otra tarea.
  3. Ofrecer alternativas atractivas: León enfatiza que “es superimportante trabajar en función de los intereses del niño o niña”. No se trata simplemente de quitar el celular o la tablet, sino de reemplazar esa actividad por otra igualmente interesante. Actividades físicas, juegos de mesa, manualidades o tiempo al aire libre pueden ser opciones excelentes, siempre que despierten genuino interés en el menor.
  4. Involucrar a la familia: La participación activa de padres, hermanos y otros cuidadores es fundamental. No basta con imponer normas si el resto del entorno no las respeta. Se requiere coherencia, paciencia y acompañamiento para lograr un cambio duradero.

¿Cuándo acudir a un terapeuta ocupacional?

Aunque existen muchas acciones que los padres pueden implementar en casa, en algunos casos la ayuda profesional se vuelve necesaria. Cuando las estrategias aplicadas no funcionan, o cuando las reacciones del niño al retirar las pantallas son demasiado intensas, es recomendable acudir a un terapeuta ocupacional.

“El rol del terapeuta ocupacional es primordial en estos casos”, indica León. Este profesional no trabaja solo con el niño, sino también con toda la familia. El objetivo es generar cambios estructurales en el entorno y en las dinámicas familiares, que permitan una transición más saludable y menos conflictiva hacia un uso responsable de la tecnología.

La intervención del terapeuta también puede detectar si hay factores adicionales que estén influyendo en la conducta del niño, como problemas de autorregulación, dificultades sensoriales o trastornos del desarrollo que requieran atención especializada.

Una tarea que requiere paciencia y constancia

Reducir el tiempo frente a las pantallas no debe verse como una meta que se cumple de un día para otro. Es un proceso progresivo que requiere consistencia, empatía y comprensión por parte de los adultos. Más que eliminar la tecnología, el objetivo es enseñar a los niños a utilizarla de manera equilibrada y saludable.

En definitiva, el desafío está en ofrecer alternativas que resulten igual de estimulantes, sin caer en el castigo o la prohibición abrupta. Con el acompañamiento adecuado y una guía profesional cuando sea necesario, es posible establecer límites sin dañar el bienestar emocional del niño. La clave está en anticipar, respetar sus ritmos, involucrar a la familia y ofrecer experiencias enriquecedoras más allá de la pantalla.